EDUCA PARA LA SOSTENIBILIDAD
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EDUCA PARA LA SOSTENIBILIDAD

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Si existe un intento serio de hacer frente a las amenazas que acechan a la Tierra, éste ha de pasar por la educación de los más pequeños en el ahorro de energía y el reciclaje, así como por la potenciación de comportamientos que ayuden a mitigar los problemas derivados de la degradación del planeta.

 

En 2002 se reafirmó la idea expresada en la Declaración de la Primera Cumbre de la Tierra (Río de Janeiro, 1992) de que los seres humanos tenemos derecho a una vida sana en armonía con la naturaleza. Los jefes de Estado y los gobiernos mundiales que participaron ese año en el Congreso Mundial para el Desarrollo en Johannesburgo subrayaron que la educación es la base del desarrollo sostenible y aprobaron la resolución 57/254. Hoy nos encontramos en la Década ESD (Educación para el Desarrollo Sostenible), que va de 2005 a 2014.

 

"El Decenio de las Naciones Unidas para la educación con miras al desarrollo sostenible pretende promover la educación como fundamento de una sociedad más viable para la humanidad e integrar el desarrollo sostenible en el sistema de enseñanza escolar a todos los niveles", señala la UNESCO. Llamamientos, aunque no tan explícitos, en este sentido, vienen realizándose desde la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano celebrada en Estocolmo en 1972.

 

Cambio estructural duradero.  La educación en pro de la sostenibilidad es precisa para transformar concepciones, hábitos y perspectivas de vida. Constituye la clave de la formación de futuros ciudadanos social, económica y ambientalmente comprometidos. Pero el proceso es lento. Es necesario, además, un alto grado de implicación. No obstante, numerosas instituciones ya han iniciado acciones educativas concretas. La co-responsabilidad de todos hará que sea posible un cambio estructural duradero. 

 

Urge desarrollar condiciones ambientales, sociales y económicas que garanticen una existencia sostenible. Y esta tarea no sólo compete al mundo educativo sino a toda la sociedad. Necesita del respaldo y el compromiso no sólo de los gobiernos, también del sector privado. Es preciso superar esa tendencia, imperante durante décadas, de defensa de los intereses y de los valores particulares a corto plazo.

 

Biocentrismo versus antropocentrismo.  El futuro depende en gran medida del modelo de vida de los seres humanos. Un cambio estructural supone adoptar actitudes respetuosas con la sociedad en su conjunto y el entorno en su concepción más amplia. Ninguna acción aislada resulta suficientemente efectiva.

 

Una educación menos antropocéntrica ha de ponerse a trabajar a favor de un futuro a corto, medio y largo plazo mejor para todos. Lo que se propone básicamente es promover una educación solidaria que contemple el biocentrismo, que trata a la especie humana como una más dentro del ecosistema. 

 

Se puede hablar de crecimiento económico sostenible. Existe el convencimiento de que es compatible el impulso de la competitividad con un desarrollo respetuoso con los indicadores ambientales y sociales. Para ello es necesaria una formación que analice los problemas ambientales y del desarrollo en su globalidad. También se debe desvincular el concepto de hiperconsumo, ligado a un crecimiento económico insostenible, del verdadero desarrollo.  La Cumbre de Johannesburgo (2002) quedó patente que el 15% de los habitantes que viven en los países de altos ingresos es responsable del 56% del consumo total del mundo.

 

Entre las conductas que la educación sostenible debe promover destaca el consumo responsable, presidido por las tres "R", reducir, reutilizar y reciclar, y el impulso del comercio de productos obtenidos con procedimientos respetuosos con el medio y con las personas. También es muy importante el impulso de avances tecnológicos que favorezcan la sostenibilidad.

 

Las medidas tecnológicas han de cumplir los que se denominan "principios obvios para el desarrollo sostenible": las tasas de extracción de recursos o recolección no deben superar a las de regeneración y las de emisión de residuos deben ser inferiores a la capacidad de asimilación de los ecosistemas hacia los que se emiten.

 

Y si la suma de los comportamientos individuales supone un ahorro energético per cápita pequeño, al multiplicar el ahorro individual por el número de personas que pueden efectuarlo, éste representa una gran reducción de la contaminación ambiental. Es importante acrecentar esta suma hasta lograr un efecto irreversible.

 

Por todo lo anterior, se hace necesario un esfuerzo sistemático para incorporar la educación para la sostenibilidad como objetivo básico en la formación de los seres humanos que en el futuro dominarán el planeta.


 

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